Retablos de nuestra Historia. Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho Ambiental. Revisor Experto de la ONU (2020/2022) - El Sol Digital
Retablos de nuestra Historia. Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho Ambiental. Revisor Experto de la ONU (2020/2022)

Retablos de nuestra Historia. Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho Ambiental. Revisor Experto de la ONU (2020/2022)

«Un buen día, me alzó un soldado español en sus brazos y apretó contra mis labios una medalla de plata que llevaba colgando sobre su pecho desnudo. Recuerdo que mi madre se enfadó mucho y dijo que eso era católico; pero a mí me habían gustado la medalla y el extranjero aquel, que bailaba girando conmigo en brazos mientras lloraba; por lo visto él tenía niños allá en España«, escribió el autor de La Sirenita.

Aquel soldado español era uno de las 15.000 tropas de élite, enviadas a defender Dinamarca bajo dominio francés y que se habían quedado atrapados en suelo danés en 1807. Tras una audaz maniobra, la mayoría pudo hacerse a la mar para regresar lo antes posible a su patria, y otros, por desgracia, hasta 5.000 soldados fueron inmediatamente trasladados a Francia y posteriormente obligados a luchar en los fines expansionistas de Napoleón.

A pesar de la prohibición, los ingleses en Buenos Aires, con la complicidad virreinal española comercializaban ilegalmente productos en barcos neutrales. La corona británica temía que los franceses afectaran ese lucrativo contrabando suramericano, y una invasión a sus colonias suramericanas. En ese contexto político, decidieron conquistar Buenos Aires. Al inicio de febrero de 1807, una escuadra británica tomó Montevideo, realizó una segunda invasión al Río de la Plata y finalmente la nueva reconquista de Buenos Aires por parte de su población.

Las operaciones en el Río de la Plata fueron parte de un ataque mayor a las colonias españolas en América del Sur. El plan original venía de 1783, exactamente el mismo presentado por el insurgente Miranda a los ingleses en 1790 y 1796, y el aprobado por Londres en 1804. Más tarde, en 1805 se produjo una gran derrota de la escuadra franco-española, frente a los ingleses, en Trafalgar. Las obligaciones bélicas que esta imponía, consumió la inmensa mayoría de los recursos españoles disponibles. A ello se sumó la pérdida del comercio con las colonias americanas.

El valido del monarca español, Godoy recurrió al endeudamiento y al aumento de las contribuciones, y planteó reformas como la desamortización de tierras eclesiásticas, con el fin de conseguir recursos para el Estado. Fueron medidas ineficaces que le granjearon la oposición de la nobleza, la Iglesia y del campesinado. Por otro lado, el descontento popular se veía incrementado por las epidemias, el hambre y la escasez.

La población española en 1800 era de 11,5 millones de personas y se caracterizaba por una alta tasa de natalidad y morbilidad. La Guerra de la Independencia fue precedida de una crisis demográfica. Las epidemias y el hambre en los años de 1803-1805 ocasionaron una mortalidad igual o superior a la producida durante el periodo bélico. Una vez iniciada la contienda, las puntas de muerte se concentraron entre 1809 (400.000 muertos) y 1812, conocido como «el año del hambre» y se calcula en 100.000 fallecidos.

La capital aragonesa no reconocía la nueva monarquía francesa y el pueblo se hizo con las armas. Apareció una heroína, una de tantas mujeres que estaban en primera línea llevando suministros y víveres, era Agustina Raimunda Saragossa i Domenech, una joven barcelonesa de 22 años que había huido de la ciudad condal con su hijo de cuatro años,  cuyo valor se hizo eco lord Byron cuando la conoció en 1810. La guerra de la Independencia (1808-1814) fue pródiga en mitos.

Zaragoza unió al resto del país que combatía por Fernando VII. La guerrilla constituyó el elemento diferenciador de la contienda española, ya que en las campañas anteriores Napoleón nunca había tenido que enfrentarse a una guerra total que se decidió por una estrategia de desgaste. Ya había ocupado Portugal, casi sin derramamiento de sangre. En España fue una guerra de liberación nacional, en la que ninguna capa de la población quedaba sin movilizar.

Contra todo pronóstico, un pueblo al borde de un peligro extremo para la supervivencia de su identidad nacional canalizaba una fuerza destructora de semejante magnitud. Un país entero en pie de guerra. El ejército francés embarrancó delante de un pueblo sin gobierno, sin ejércitos y casi olvidado en el extremo de Europa, pero animado de un patriotismo y sostenido por Inglaterra. Si Napoleón no hubiera emprendido la campaña contra Rusia, la resistencia española difícilmente hubiera podido prolongarse.

Un siglo más tarde, en abril de 1931, otro rey español tuvo que exiliarse. ¿Quién convenció al rey de que debía huir tras unas elecciones municipales?  El gobierno había explicado a Alfonso XIII que en caso de querer batallar con las armas el resultado de las elecciones municipales del 11 de abril no podrían contar con gran parte del Ejército y de la Guardia Civil.

Lo patético era que en ese día solo se conocían los resultados de las capitales de provincias. La victoria de los partidos monárquicos en votos y número de concejales al final del recuento no tuvo trascendencia. La decisión de abandonar el país ya está tomada, obligada por el abandono consciente de todos los que tenían que defender un sistema constitucional vigente. Nadie se atreve a garantizar la seguridad del rey. ¿Y la Guardia Civil? ¿Y el Ejercito?

Son las 9 de la noche del 14 de abril de 1931. Alfonso XIII se marcha por la puerta de atrás. Se marchó dejando en Palacio a su mujer y a dos hijos enfermos, entre ellos, su primogénito, el príncipe de Asturias.

Mientras, Niceto Alcalá-Zamora, acompañado de Manuel Azaña y con el aliento de hombres como Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Pérez de Ayala, gritaban desde el balcón central de la Casa de Postas, en la Puerta del Sol: “¡Viva la República!”.

¿Qué ha sucedido para que se produzca un cambio de régimen tan drástico en tan poco tiempo sin derramamiento de sangre? Por buscar un comienzo, el más cierto, es el 15 de septiembre de 1923, cuando el joven monarca legitimó a un general golpista, Miguel Primo de Rivera, Así, la monarquía de carácter constitucional unió su destino con el militar.

España era un país azotado por una gigantesca crisis que afectaba a casi todos los órdenes de la vida civil. La situación social era insostenible. Las calles y los campos se teñían de sangre con gran frecuencia. Los campesinos se alzaban en revueltas que tenían como fin salvar del hambre y la miseria a sus familias. Los caciques agrarios ante el desgarrador paisaje de hambrunas actuaban con una feroz violencia ante el acoso de los sindicatos, sobre todo la CNT, hegemónica en el campo andaluz.

En las ciudades la situación no era mejor. En Barcelona se seguía librando una auténtica guerra sin cuartel entre los pistoleros contratados por la patronal y los anarquistas. El gobernador militar, inventó la llamada “ley de fugas”, que significaba el asesinato por la espalda de los activistas presos.

A primeras horas de la mañana del lunes 11 de mayo llegó la noticia de que la Casa Profesa de los jesuitas estaba ardiendo. El ministro de la Gobernación Miguel Maura de nuevo intentó sacar a la calle a la Guardia Civil, pero al igual que la noche anterior se encontró con la oposición del gabinete. ​​

En Málaga ocurrieron varios sucesos el mismo día de la proclamación de la República el 14 de abril con el asalto a la sede del diario La Unión Mercantil. Los incidentes se prolongaron durante la madrugada y todo el día 12. Un periodista subido en su coche por la carretera de Colmenar, describió la ciudad:

«El panorama que desde allí presenciamos no se borrará fácilmente de nuestra retina. El cielo veíase rojo, negras columnas de humo hacia él ascendían. Era el resplandor de las tremendas hogueras, que desde diversos sitios de la capital, elevaban hacia el infinito sus llamas intensas».​

El gobernador militar de Málaga, mandó retirar las fuerzas de la Guardia Civil durante los disturbios. La casi totalidad de su patrimonio religioso, artístico, cultural e histórico fue destruido para siempre. Entre las numerosas obras destacan la escultura de la Urna con el Cristo yacente, en una hoguera en la Plaza de la Merced.

El 26 de noviembre de 1931 las Cortes acusaron de alta traición al ex monarca y decretaron que cualquier ciudadano español “podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional”.

Las Cortes aprobaron el sufragio activo universal por 161 votos a favor, pero con 121 en contra y 188 abstenciones. Dos años después, las derechas ganaban en las elecciones de 1933, al igual que en las elecciones de 1936. En el año 2000 estudios rigurosos analizaron el comportamiento por sexos y concluyeron que la izquierda hubiera perdido, aunque las mujeres no hubieran votado en las elecciones de 1931.

¿Quiénes rechazaron una República constitucional y democrática?. En la República, la izquierda moderada se volvió más excluyente, insistiendo en una República sólo de izquierdas, al tiempo que una gran parte del movimiento socialista abrazaba la revolución violenta de limitar la libertad de expresión y remodelar la vida civil.

Una tendencia de usar la historia como arma a favor de interpretaciones probadamente distorsionadas y es de una ética reprobable.

La mayoría de los dirigentes políticos de aquellos años polarizaron a conciencia, sabiendo que el discurso del odio legitimaba la violencia sobre el enemigo. Ortega, y Marañón, sabios e instigadores intelectuales de la II República acabaron exiliados en Francia perseguidos por el Frente Popular.

 

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