El día 6 de octubre de 1595, se produjo el fallido intento de asedio, y la derrota, a la ciudad de Las Palmas, por los corsarios Drake y Hawkins. El cómputo de la flota inglesa sumó un número de 27 fragatas, con una dotación de 2.800 tripulantes, entre marinería y personal de intendencia de a bordo.
Ninguna información tenían las autoridades militares ni gubernamentales locales de los peligros de esta flota de bucaneros que navegaba en travesía hacia Gran Canaria y al Real de Las Palmas. Se dispusieron de los cañones del castillo de La Luz, y de las tropas de infantería, que se apostaron en las playas, arenales y en las murallas que protegían a la ciudad.
El día 22 de noviembre, Hawkins afectado por víricas fiebres murió en Puerto Rico; y Sir Francis Drake tuvo su muerte por disentería, frente a las costas de Portobelo (Panamá) el día 28 de enero de 1596. Su cuerpo fue lanzado al mar en un ataúd lastrado.
Dentro del contexto de guerra anglo-española (1585-1604), la reina Isabel I de Inglaterra ordenó la organización de una flota de conquista de Puerto Rico al mando de Francis Drake y John Hawkins.
El corsario inglés venía del fracaso de no poder tomar Lisboa. Desembarcaron en la isla de Puerto Rico, donde había blocaos improvisados, seis fragatas, y 1.200 hombres y por la parte atacante, seis galeones, 22 naves de diverso tipo, con 2.500 hombres. Durante las siguientes décadas fueron los buques holandeses, en el Atlántico, incluso en las lejanas islas de Sumatra.
En Panamá, 1596, cerca de medio centenar de piratas ingleses habían sido emboscados tras una fallida entrada en el istmo de Panamá y sus correrías se habían visto truncadas ante la alerta en la que estaban instaladas las guarniciones locales.
Drake se vengó arrasando Cartagena de Indias y hundiendo una veintena de navíos en Cádiz durante la preparación de la Felicísima Armada para la demorada invasión a Inglaterra. Fue un mito sobredimensionado.
El historiador militar A. Beevor señala la absoluta falta de principios y de respeto a las leyes del mar y de la guerra por parte de este corsario. En Irlanda le recuerdan por la matanza de la bahía de Smerwick, en la que, en uno de sus afamados ataques de cólera, pasó a cuchillo a más de 600 mercenarios italianos enviados por el Papa y que previamente se habían rendido.
Su circunvalación al Globo en 1579 en la Golden Hind le había dado un reconocimiento importante y se podía decir que tenía carta blanca. Tras sumar sendos fracasos en el ataque a La Coruña y Lisboa, conduciría a una larga agonía a la expedición, que costó la muerte y desaparición –añadidas las enormes deserciones– de las tres cuartas partes de los 18.000 hombres a su mando.
Desde Southampton, era frecuente el hostigamiento a las naves flamencas y castellanas o francesas. Esta situación afectaba profundamente al libre comercio local y, por ende, a la exportación de lana de la Mesta. Hasta que la situación llegó a ser insostenible.
Felipe II tenía claro que había de actuar con celeridad antes de que los ingleses consolidaran defensas y desoyó los consejos de sus generales. La idea que se esgrimía para justificar la invasión de Inglaterra no era otra que la de derrocar a Isabel I y reponer a la escocesa María Estuardo. Dos potentes tormentas en pleno golfo de Vizcaya y otra en el tramo de Lisboa hacia mar abierto habían castigado duramente a la flota. No hubo en ningún momento una batalla naval digna de tal nombre. El estricto cumplimiento de las ordenes reales de evitar enfrentamientos con los locales priorizando el embarque de los tercios de Requesens, nos haría perder una oportunidad histórica.
Según relata el historiador y escritor Luis Gorrochategui en su libro “Contra Armada. La mayor victoria de España sobre Inglaterra”, Isabel I, empeñó la corona y embarcó a armadores, nobles y comerciantes en aquella desdichada aventura. De esta manera consiguió reunir una gigantesca flota, compuesta por 180 barcos y 27.667 hombres, más grande que la propia Gran Armada.
La estrategia era muy clara: destruir la flota en reparación de la Gran Armada que estaba en Santander, y un segundo objetivo, tomar Lisboa y entronizar al prior de Crato, Antonio de Crato, pretendiente a la Corona portuguesa y primo de Felipe II, que viajaba con la expedición. Crato ofrecía a Isabel I, entregar a Inglaterra los principales castillos portugueses y mantener a la guarnición inglesa a costa de Portugal, así como permitir que Lisboa fuera saqueada durante 12 días. Además, tomar las islas Azores, de modo que sirvieran de base permanente en el Atlántico desde la que atacar los convoyes españoles procedentes de América.
La operación acabó en una total derrota, sin precedentes para los ingleses. Entre los embarcados se contaba un millar de «caballeros de fortuna» y aventureros, y el favorito de Isabel, el conde de Essex, con gran indignación de ésta.
Por este motivo, la flota inglesa decidió tomar La Coruña y, con esta dársena de reembarque asegurada, conquistar Santiago para hacerse con el mayor tesoro votivo de la Cristiandad.
Durante el asalto a La Coruña los combates cuerpo a cuerpo que se desarrollaron implicaron a muchísimos ciudadanos. Los coruñeses se impusieron a la horda inglesa en circunstancias más que adversas. Los ingleses habían perdido 1.500 hombres y con varios miles de heridos, Drake zarpó rumbo a Lisboa, ahora sí, según lo previsto. Pero la Contra Armada, no lanzó un ataque frontal por mar como se había planificado. Norris intentó huir, pero fue descubierto en Cascaes y refugiados al abrigo de su flota, los ingleses fueron cercados. La Contra Armada perdió otros siete barcos, sufrió daños en muchos más y se dispersó.
Drake desistió de atacar Bayona, aunque sí se adentraron en la ría de Vigo, saqueando la zona. La respuesta española es firme: 200 ingleses fueron capturados y ahorcados. Drake regresó a Inglaterra: de los 180 buques que habían zarpado, volvieron 102 y de los 27.667 hombres que habían embarcado, sólo 10.000 sobrevivieron para reclamar sus pagas.
Inglaterra cambiaría de estrategia, enfocando su agresión contra los puertos del Caribe y el istmo de Panamá, dado que un ataque al suelo peninsular se demostraba inviable,
Un 27 de enero de 1596, en la isla de Pinos, una escuadra española al mando de Bernardino de Avellaneda y de Gutiérrez de Garibay consiguió 17 buques hundidos, tres capturados, cerca de 2.500 muertos y más de 500 prisioneros ingleses.
La muerte de este corsario no puede soslayar que fue un criminal. Decía Dostoievski en «Los Hermanos Karamazov»: «Hombre, no te encumbres sobre los animales: ellos no pecan, mientras que tú, con tu grandeza, pudres la tierra al aparecer en ella y dejas huellas de tu podredumbre«.
Un negocio que practicó Drake fue el comercio de esclavos. Carlos V aprobó en 1542 las Leyes Nuevas que proclamaban la libertad de los indios y suprimía el sistema de las encomiendas. Sobre los catorce millones de seres víctimas de la trata atlántica, los que llegaron a tierra firme fueron vendidos y convertidos en la fuerza de trabajo de Estados Unidos y de las colonias británicas, portuguesas, francesas, españolas o neerlandesas. Liverpool, fue el principal puerto negrero europeo.
Desde 1713, con el Tratado de Utrecht, Inglaterra se hizo con el monopolio del comercio con esclavos africanos en la América hispana. Curiosamente, esta práctica dentro de la Península Ibérica fue abolida en 1821.
El 23 de agosto de 1791 se produjo una sublevación de esclavos en Haití que acabó en una matanza de casi 5.000 hombres blancos en una sublevación inspirados en la Revolución Francesa (1789). Ese episodio constituyó la chispa que prendió el movimiento para la abolición del comercio transatlántico de esclavos.
En 1665 Francia se hizo con el control del extremo occidental de la isla que Colón había bautizado como La Española. En poco tiempo se convirtió en la colonia más lucrativa del Caribe. La producción de azúcar, café, tabaco, cacao, algodón e índigo dio a Francia pingües beneficios gracias al sistema de esclavitud instaurado.
Estados Unidos en 1865 la décimo tercera enmienda de la Constitución decretó el final de la esclavitud en todo el país. La esclavitud fue abolida en Francia en 1848 y en Inglaterra en 1834. En Puerto Rico, 1873, se puso en libertad a unos 31.000 esclavos y en Cuba, entre 1880 y 1886, fueron liberados 400.000 esclavos.