¡Nos están matando! Eso claman las feministas de género en las manifestaciones que organiza el Ministerio de Igualdad, refiriéndose al conjunto de las mujeres como asesinadas por el conjunto de los hombres. ¿Está estadísticamente justificada su queja? ¿Hay otros colectivos con más derecho estadístico que ellas a esa queja pero que son ignorados en esas manifestaciones? Veámoslo.
La tasa española de homicidios de todo tipo es una de las más bajas del mundo: 6,5 por millón de habitantes. La de Venezuela es 190; la de Dinamarca, 10,3; la media mundial, 58. Así pues, en términos generales, podemos decir que España es un país muy seguro, un país en el que al ciudadano medio, sea del sexo que sea, la posibilidad de ser asesinado no le quita el sueño en absoluto. Pero, vayamos al detalle.
Según el informe de 2018 del Ministerio del Interior, en el 62% de los casos de homicidio tanto el agresor como la víctima son hombres; en el 28% el agresor es hombre y la víctima mujer; en el 7% la agresora es mujer y la víctima hombre; en el 3% tanto la agresora como la víctima son mujeres. Por tanto, en cuanto a los homicidas, el 90% son hombres y el 10% mujeres. En cuanto al total de las víctimas, el 69% son hombres y el 31% mujeres. Luego, en conjunto, los varones, que no se quejan, tienen más del doble de riesgo de ser asesinados que las mujeres, aunque también sean mucho más proclives a cometer homicidios.
Pero vayamos a los asesinatos concretos a los que se refieren las feministas de género, los de mujeres por sus parejas o ex-parejas masculinas, que son un 15% del total. En eso, España también tiene una de las tasas más bajas del mundo: 2,0 casos por millón de mujeres, mientras que, por ejemplo, Finlandia tiene 6,1. Son crímenes execrables, por supuesto, pero estadísticamente nada alarmantes en España. Y, por otra parte, no más execrables que los asesinatos de hombres llevados a cabo por sus parejas o ex-parejas femeninas, que han sido 17, es decir, 0,7 casos por millón de hombres. Solo que estos casos, curiosamente, no tienen resonancia mediática. El Ministerio de Igualdad jamás los menciona, ni, mucho menos, dedica a su prevención una partida presupuestaria proporcional a su número. ¿A qué se deberá? Y, por cierto, ¿dónde está la igualdad que promete desde su nombre el Ministerio? ¿Está la igualdad reñida con la ecuanimidad?
Además, en España se dan también anualmente en torno a 22 infanticidios, lo que supone una tasa de unos 2,6 casos por millón de menores de edad. Es decir, una tasa superior a la de asesinatos machistas. Y esos infanticidios son mayoritariamente perpetrados por mujeres. Así que, si la especial importancia de los feminicidios de género reside en el especial horror de ser asesinada por la propia pareja masculina, ¿qué decir del espanto de que te asesine tu madre, seas niño o niña? Por lo demás, ¿han tenido ustedes noticia de alguna manifestación de hombres clamando: ¡nos están matando a nosotros y a nuestros hijos!? Yo no, y, desde luego, tampoco a estos casos les dedica la menor atención ni presupuesto el Ministerio pretendidamente de Igualdad.
Por cierto, también se echa de menos algún estudio oficial acerca de la violencia en las parejas homosexuales. Llama la atención que, con lo mucho que los políticamente correctos hablan de la necesidad de protegerlos, no se interesen lo más mínimo por el asunto. ¿Se deberá a que saben que los resultados de semejante estudio no arrojarían un balance demasiado concordante con sus dogmas?
Así pues, ¿cuál es el criterio del Ministerio de Igualdad para adjudicar fondos públicos al problema social de la violencia en el ámbito familiar? Pues, según parece, dedicarlo todo a fomentar la histeria y el victimismo femeninos y la polarización social en base al sexo. Puro neomarxismo posmoderno. Pura ideología fomentadora de odio. Ya saben, como debido al enriquecimiento de la sociedad ya no es fácil enfrentar a las clases sociales, ahora fomentan el enfrentamiento entre los sexos. Así, los innumerables asesores del Ministerio de Igualdad no tienen que calentarse demasiado la cabeza; su criterio para gastar el presupuesto es tan simple como sus prejuicios: las mujeres son víctimas, los hombres asesinos. Un criterio tan falaz como sectario.
Bien, pues vayamos a los resultados. ¿Se ha logrado gracias a ese criterio alguna disminución de los terribles asesinatos machistas? Pues parece que no, porque en 2019 hubo 55, más que en ningún año anterior. En vista del penoso resultado, ¿se ha revisado el criterio? No. ¿Por qué habrían de revisarlo? Los políticamente correctos bastante hacen exhibiendo unas intenciones angelicales; que sean incapaces de llevarlas a cabo es lo de menos. ¡Una ya es demasiado!, claman, haciendo público alarde de su exquisita sensibilidad moral. Pero en realidad, la finalidad de todo el tinglado igualitario no parece ser solucionar el problema real, ya que, si así fuera, los desastrosos resultados obtenidos año tras año les habrían hecho revisar sus criterios.
Una vez que un país tiene tasas muy bajas de ese tipo de crímenes —como es el caso de España—, la ley de los rendimientos decrecientes hace que cada nueva reducción de la tasa sea más y más difícil de lograr. Reducir a cero los casos de violencia letal en el ámbito familiar es tan deseable como imposible de realizar, me temo, por muchos recursos que se dediquen a tan inmaculado fin. Entre las parejas humanas, por desgracia, siempre habrá un pequeño porcentaje en el que el desequilibrio mental o el excesivo egoísmo de uno o de ambos miembros produzcan consecuencias funestas. Pero, en todo caso, una vez alcanzada una tasa baja, toda hipotética reducción futura depende cada vez más del buen criterio con que se empleen los recursos dedicados a ese fin, no de su creciente cantidad. Y es precisamente por ese motivo que los santurrones laicos de la corrección política se empeñan tanto en convencernos de que, si no apoyamos ciegamente su escandalosa falta de criterio, es porque en el fondo todos somos unos miserables machistas asesinos. Su verdadera intención no es solucionar problema alguno, ya que para eso tendrían que ponerse a estudiar y trabajar, sino parasitar sin límites el erario público e imponer de paso a toda la sociedad sus particulares prejuicios, caprichos y manías.
El presupuesto del Ministerio de Igualdad es de 451 millones anuales. Si lo dividimos entre las 55 mujeres asesinadas por sus parejas masculinas nos da 8,2 millones de euros destinados a prevenir cada uno de esos asesinatos. Una cantidad escandalosamente elevada para un criterio de gasto que viene obteniendo un rendimiento cero. En realidad, menor que cero, negativo, ya que los casos han aumentado en 2019. Claro que, sin duda, la cosa mejorará mucho en cuanto todos digamos las víctimas, los víctimos y les víctimes.